Cuando salimos de la iglesia había mucha gente, en plaza y calles, mirando al cielo. Yo alcé los ojos y… ¡qué espanto! Arriba, muy arriba, una faja negra de aves atravesaba el horizonte. Pasaban y pasaban por cientos, a millares; pasaban y pasaban, serenas, apeñuscadas, interminables […] Mi Dios era el que sacaba todas las cosas, era cierto; pero esas gallinazadas, que sólo Él, por ser quien era, podía contar; eso, sin nombre, que ni tronaba ni hacía huracanes era más miedoso que las tempestades y aun que las ánimas mismas.
Esta maravillosa descripción de Carrasquilla, de lo que en la SCO pensamos fue el paso de las bandadas de gavilanes migratorios, nos la envió el Sr. Jaime Enrique Arango, de Medellín, a quien agradecemos por su amabilidad. Gracias por llamarnos la atención sobre este maravilloso escrito de Carrasquilla. He aquí en PDF la versión completa del fragmento citado de Entrañas de niño.